¡Me estreno!, este es el primer artículo de mi blog. Me ilusiona poder contarte a mi manera, desde mi experiencia y mi corazón, por qué tu imagen personal no es algo superficial. Debes saber desde ya, y para siempre, que la imagen juega un gran papel en tu vida porque a través de ella puedes expresar mucho de lo que no te atreves a decir con palabras, tus prendas hablan sin crear frases, los colores muestran tus alegrías y tus sombras. Lo que llevas puede decir desde un “Hello! Soy Beyoncé la Diosa del Universo” o “Estoy muerta de miedo pero prefiero arriesgarme a ser feliz”.
Así que he decidido comenzar contándote una parte de mi historia e invitándote a mi Masterclass “Eleva tu imagen personal”, dónde te cuento, con más detalle, cómo tu imagen cuenta algo de ti y te desvelo muchos de los puntos clave con los que puedes comenzar a conocerte y comunicarte a través de ella. Te aseguro que no va a dejarte indiferente.
Y ya, sin mas preámbulos, aquí te dejo un pedacito de mi.
De los 4 a los 10 años soñé con ser princesa. “Mamá quiero vestirme de princesa” estuvo en la posición nº 1 del top 5 de mis frases (y sueños) mas repetidos en esa época, seguidos por “Mamá quiero ser bailarina”, “Mamá quiero ser la estrella de un musical”, “Mamá quiero ser actriz de pelis románticas” y “Mamá quiero vestirme de princesa otra vez”. Dentro de mis grandes logros en el mundo del espectáculo están: una representación tragico-dramática encima de la mesa del comedor con ketchup recreando una escena del crimen, convertir el enorme lazo rosa que traía de decoración la bici de mi 7º cumpleaños en el complemento perfecto para la obra de teatro de turno, y el papel por el que mi familia me entregó el Oscar a mejor actriz fue el de novia en la representación de mi propia boda a los 12 años, tras encontrar el vestido de novia de mi madre y, llamémoslo… “hacerlo mío”.
Ahora perdóname pero tengo que hacer una pausa y decir “¡Gracias Mamá! Por tu paciencia infinita, por muchas veces pretender que no te dabas cuenta que te robaba medio armario para mis inventos y, sobretodo, gracias por dejarme usarlo para descubrirme y conocerme”
Sin saberlo, las prendas, los tejidos y los colores me ayudaban a expresarme, y a través de ellas podía decir aquello con lo que soñaba o quería ser, así, se convirtieron en mi herramienta o en mi lenguaje preferido.
Claro está, que en cada época soñamos cosas diferentes y la adolescencia suele ser de sueños… complicados y yo no me salvo de esos. A los 15 no soñaba con nada, solo quería pasarlo bien pero a los 17 comencé a soñar con tener las piernas mas delgadas, tener menos culo, el pelo liso y ser como las chicas de las revistas, y aunque no era una buena causa, las prendas también fueron, de alguna forma, una herramienta para verme como creía en ese momento que debería, que me haría encajar y ser aceptada. (si le pudiera decir a mi yo de 17 años que eso era una soberana tontería…).
Sin embargo, mi reloj biológico despertó muy pronto y a los 19 años, ser madre se convirtió en el mayor sueño de todos (también soñé con ser Madonna, pero eso quizá en mi siguiente vida) y a los 30 años ya tenia a mis dos hijos, era una Sol que se estaba volviendo a conocer entre las zapatillas de casa, sus zapatos de tacón y el maravilloso mundo de la ropa que no va por tallas sino por edades.
Mientras te cuento todo esto recuerdo cómo se sentía ese nudo en el estómago que me había acompañado los últimos diez años de mi vida. Ese que me hacía pensar que era demasiado tarde, que ya no había hecho lo que tocaba, cuando tocaba y que insistía en recordar a la Sol adolescente que pensaba que no servía, haciendo una presión tan fuerte que calaba hondo y limitaba mis metas. (mira que no haber escogido recordar a la nena que soñaba con ser actriz… ya te vale nudo en el estómago, ya te vale…)
Llegaron los 40 y mi mayor sueño era estar en paz conmigo misma.
Así, tan simple y tan complejo como se lee.
Salir de casa y enfrentarme a un día más en el que no estaba logrando mi sueño era frustrante, como podrá serlo para ti si estás en esa situación. Pero por más cliché que pueda sonar, mi armario siempre me acompañó y me ayudaba a estar cómoda conmigo misma cuando no me gustaba demasiado, a calmarme cuando mi cabeza iba a mil revoluciones por minuto o a llenarme de energía cuando mi cuerpo y mi mente no estaban por la labor.
A los 40 escogí mis jeans, mi jersey y mis zapatillas favoritas y tomé una decisión que ha cambiado mi vida. Cogí a mis mayores miedos e inseguridades de la mano y les dije que, quisieran o no, ahora íbamos a ser libres. Siento decepcionarte si esperabas que saliera con vestido de diseñador y taconazos como en las películas pero decidir ser libre vino cargado de ganas de llorar, de piernas que temblaban y de dar muchas muchas muchas vueltas, y los tacones no iban a ser la mejor elección.
Y ahora te pregunto: ¿Te sientes reflejada con algo de lo que te cuento?, ¿Algo de todo esto ha despertado en ti algo nuevo, algo que desconocías o a lo que no le dabas la importancia que se merecía? Si es así y decides por fin que ha llegado tu momento, ese momento de invertir por y para ti en algo que te va a empoderar, aquí te dejo el link para que veas cómo funcionaría tu sesión Asesoría de Imagen conmigo y te decidas a descubrir cómo y cuánto puede ayudarte en tu día a día.
Este artículo ya ha sido bastante largo (quisiera decirte que los próximos serán más cortos pero no puedo prometerte nada porque me encanta poder compartir todo esto contigo) pero no puedo despedirme sin preguntarte ¿Todavía crees que tu imagen es superficial?